A veces su ánima podía estar forrada con hojalata y su exterior estaba reforzado con 8 o 10 zunchos de hierro.
Aurangzeb los empleó para fines defensivos en el Decán, debido a que no tenía cañones metálicos pero si abundantes árboles disponibles.
El zar Pedro el Grande construyó varios cañones de madera en su infancia.
Después de unos cuantos disparos, los cañones empezaron a rajarse y fueron reforzados con sogas empapadas en alquitrán.
El hacerle creer que se posee una mayor potencia artillera era una eficaz táctica de demora.
Durante la Guerra de Secesión, ambos bandos emplearon estas armas falsas, llamadas cañones cuáqueros.