[2][3] Fue nieta del rey Alfonso IX de León.
[20] Pero, a pesar de ello, diversos autores señalan que pudo desempeñar dicho cargo entre 1274 y 1281, y otros señalan que fue adelantado mayor de la frontera[15] y que, según consta en los Anales Toledanos III, falleció en 1281,[2][16] aunque algunos historiadores afirmaron que desapareció sin dejar rastro, y otros que probablemente falleció en Andalucía y fue enterrado en Sevilla.
[34] En 1286, Blanca Alfonso de Molina pretendió casar a su hija y heredera, Isabel Alfonso de Molina, con el rey Alfonso III de Aragón, aunque el matrimonio no llegó a celebrarse.
[36][37] Algunos autores manifiestan que, desde que Alfonso III de Aragón planeó casarse con la heredera del señorío de Molina, Sancho IV aprovechó las circunstancias para intentar apoderarse del mismo,[21] ya que él estaba casado con la reina María de Molina, que por ser hermana de Blanca Alfonso de Molina era una heredera potencial del señorío y, además, el monarca castellano estaba irritado contra su cuñada por el apoyo que esta había prestado a su primo, Juan Núñez I de Lara, quien había realizado varias incursiones en tierras de Sigüenza.
[21] Según consta en el mismo capítulo de la Crónica de Sancho IV, mientras el rey se encontraba en Toledo, fue informado de que Blanca Alfonso de Molina, que continuaba prisionera en el Alcázar de Segovia, había acatado sus órdenes con respecto al casamiento de su hija y estaba dispuesta a obedecerle y, a continuación, el rey se dirigió a Segovia, donde ella se encontraba,[35] y allí ambos acordaron que Isabel Alfonso de Molina sería llevada a la Corte para que permaneciese junto a su tía, la reina María de Molina, y que debería casarse con quien el rey dispusiera.
[38] Cuando dichos castillos fueron entregados a los alcaides que el señor de Lara estimó oportuno, este último liberó a los rehenes que le había entregado el rey, fue al encuentro del monarca, y posteriormente ambos se dirigieron a Toledo.
[1] No obstante, Isabel Alfonso de Molina falleció en 1292 sin haber dejado descendencia,[42] y a su muerte su madre volvió a ejercer el dominio efectivo sobre el señorío de Molina.
[38] Acto seguido, el rey coaccionó o persuadió a su cuñada para que les nombrase herederos de todas sus posesiones a él y a su esposa la reina, y Blanca Alfonso de Molina consintió en ello y otorgó un documento, que hizo jurar a los habitantes de Molina,[43] en el que se disponía que, a su muerte, el señorío de Molina y «todos los otros heredamientos que ella avia», entre los que figuraba el condado de Trastámara, que había heredado de su abuela materna, Sancha Gómez de Traba,[44] pasarían a manos de Sancho IV y María de Molina y a sus sucesores.
[46] Y la tradición afirmaba que Blanca Alfonso de Molina había ordenado escribirla para dar a entender, como señaló el historiador José María Escudero de la Peña, que su muerte sería un beneficio para ella misma y para sus vasallos, ya que con Sancho IV tendrían «un señor más poderoso para el beneficio y la defensa (del señorío)».
[47] No obstante, otros historiadores señalan que con dicha inscripción la última señora independiente de Molina intentó manifestar que su fin, es decir, su objetivo, era conseguir su propio bien y el de sus vasallos,[46] y otros entendieron que la inscripción predecía que con la muerte de su autora terminaría también el señorío de Molina.
[46] No obstante, el catedrático Javier de Santiago Fernández demostró en un artículo publicado en 2013 que la inscripción fue realizada en la segunda mitad del siglo XV, y no a finales del siglo XIII, como la tradición señalaba.
[54] Blanca Alfonso de Molina también dejó establecido un aniversario anual por su alma, que debería ser celebrado por diez capellanes, y para ello destinó 500 maravedís procedentes de las salinas de Almallá y Traid, aunque posteriormente la cantidad se redujo a 400 maravedís.
[66] La reina donó además 2000 maravedís para vestir pobres por el alma de su hermanastra, y dispuso que lo que faltara hasta completar los 100 000 maravedís lo dieran por «su alma de doña Blanca», y ordenó que, como todas las cantidades anteriormente indicadas eran deudas, fueran pagadas junto con las suyas propias por sus albaceas.