Berenice (cuento)

Berenice es un cuento de terror del escritor estadounidense Edgar Allan Poe, publicado por primera vez en el Southern Literary Messenger en 1835.

Él tiende a caer en periodos de intensa concentración, durante los cuales parece separarse del mundo exterior.

Junto a Egaeus hay una pala, un poema sobre "visitar la tumba de mi amada" y una caja que contiene 32 dientes.

Sus contemporáneos consideraron a Berenice de un sadismo espeluznante; se manifestaron horrorizados con la historia y expusieron sus quejas al director del Messenger.

Aunque Poe publicó con posterioridad una versión recortada, afirmó que sólo debería ser juzgado por el número de ejemplares vendidos.

El narrador, Egaeus, es un joven estudioso quien crece en una mansión grande y lúgubre con su prima Berenice.

Cuando vuelve en sí, con un terror inexplicable, se encuentra delante de él una lámpara y una pequeña caja.

El epígrafe en latín al principio del texto: Dicebant mihi sodales, si sepulchrum amicae visitarem, curas meas aliquantulum fore levatas,[1]​ puede traducirse: "Mis compañeros me saeguraban que visitando el sepulcro de mi amada aliviaría en parte mis tristezas".

[3]​ El autor, sin embargo, lograba imprimir a este tipo de historias su toque personal, más elaborado, y lo hacía dramatizando el terror a través de imágenes más realistas.

[5]​ Poe en realidad no incluye la escena en que el personaje arranca los dientes a su mujer aún viva, pero lo da a entender clara e inequívocamente, y hace que el lector se lo imagine al ponerlo en trance después de llevarlo a cabo, y sólo unas líneas más tarde se le ve manchado de sangre.

La psicoanalista Marie Bonaparte, en su libro Vida y cartas de Edgar Allan Poe, se refiere a la llamada vagina dentata en su interpretación del cuento.

Se trata, en realidad, de una mujer oprimida, que no dice palabra en toda la historia.

Su único propósito, al igual que ocurre con muchos personajes femeninos de este autor, se sugiere, es ser hermosa y acabar muriendo.

[10]​ Poe pudo utilizar los nombres de los personajes para sugerir vínculos con la antigua tragedia griega.

Cortázar afirma sin embargo sobre esta supresión que «Poe mejoró sensiblemente el cuento».

También hizo hincapié en que la frase final[19]​ no iba dirigida al gusto del público sino solo a la tirada de la revista.