En 1927 regresó a Chile, hizo el servicio militar en el Batallón de Telégrafos del Regimiento Ingenieros e inició su vasta obra literaria que abarcó novelas, ensayos, teatro, poemas, cuentos, artículos y conferencias.
[2] Mientras, siguió cultivando su interés por la medicina, ciencias antropológicas y sociológicas, lo que le llevó a escribir varios ensayos.
[4] En 1956 anunció su retiro del medio literario para dedicarse exclusivamente a la investigación científica.
[5] Sus últimos años los pasó en el extranjero: en 1965 fue nombrado cónsul vitalicio y eligió París con el fin de desempeñar una cátedra en la Escuela de Antropología (1966-1967);[2] después fue con el mismo cargo a Grecia, Mendoza y finalmente, se trasladó a Tacna (Perú), donde falleció.
[6] Subercaseaux explicó su última elección así: «Quise morir en el corazón de mi patria; pero sentí allá una tremenda desolación.
No son pocos los que estiman ser eternos porque maúllan una canción o aplican una cachetada espantosa.
[7] En un artículo publicado en La Nación con motivo del centenario de su nacimiento se señaló: «Era un autor polémico, desmistificador y provocador.
Tenía prestigio de buen orador y ocupaba las tribunas para decir sus verdades aunque molestaran a sus auditores.