Mansilla contaba con 800 hombres de caballería, en tanto que el general Ribeiro conducía 1200 soldados.
El capitán Domingo Arrieta en sus Memorias recordaba lo que sucedió cuando se avistó a los imperiales ocupando unas pequeñas alturas, al salir el sol el día 15: Nuestro general Mansilla, desde el momento que los vio, mandó la nunca bien ponderada maniobra de formar toda la división en una sola columna por escuadrones y marchar desde la gran distancia en que aún nos hallábamos del enemigo, al aire de galope, en un terreno que por lo pedregoso, desigual y lleno de arbustos, hubiera sido muy dificultoso hacerlo al paso.
Este regimiento hizo toda la campaña del Brasil con brillante actuación, disolviéndose a su regreso.
Cuando llegaron allí los jinetes argentinos lo hicieron -según Arrieta- "en estado de no haber un solo caballo que pudiese galopar".
El general Mansilla ordenó al coronel Juan Zufriategui que atacara la línea enemiga con su Regimiento (compuesto en gran parte por antiguos Dragones de Rivera).
Nuestro regimiento, en vez de aprovechar esa chambonada que había desorganizado la línea enemiga, echó a correr con toda ignominia.
Pero en ese instante se produjo un hecho que resultó trascendental, según reveló en 1857 el después general Jerónimo Espejo, a la sazón integrante del Estado Mayor de Alvear: En este combate, envueltos nuestros escuadrones casi en derrota, cuando el corneta del General iba a tocar la señal de retirada, Roca [su ayudante don Segundo] le quitó el clarín de la boca, y esta acción atrevida dio lugar a que un escuadrón nuestro diese otra carga al enemigo.
Por fin los paulistas emprendieron su retirada al galope, perseguidos ahora por los argentinos, "causándoles el daño que no supieron hacernos", comenta Arrieta.
Un último detalle ofrece Todd: El paso preciso del arroyo que debían vadear era bastante ancho, pero como se habían aglomerado todos en completo desorden, se estorbaban unos a otros y pudimos llegar a tiempo y causarles una gran mortandad.
Allí por primera vez se vio el gran efecto que producían las lanzas, arma muy mal recibida por nuestros soldados, especialmente por los salteños que se creían degradados por ella, pues solo la usaron los gauchos en la guerra de la Independencia a falta de otra arma; pero en esta pelea y recorriendo los muertos enemigos, casi todos estaban heridos de lanza: adquirió fama esta arma.