Escrito, al menos en parte, para responder a las tesis de Stendhal, proponía una visión nueva del drama romántico.
[29] Para estos últimos, la pieza y su prefacio hacían casi las veces de la Biblia.
Se intentó prohibirla, lo que provocó intercambios virulentos entre partidarios y detractores de la obra.
[33] En este conflicto, las posiciones de los unos y los otros estaban ya predeterminadas por sus convicciones políticas.
[36] Ya en esta época se observaba que, a veces, los abucheos eran causados por grupos de espectadores previamente organizados.
[37] Pero si el tema de estas obras era lo suficientemente audaz como para provocar conflictos a veces violentos, su forma continuaba siendo académica.
Pero a partir de la segunda representación, el público, mayoritariamente compuesto de estudiantes hostiles a las libertades que el autor se había tomado con los cánones clásicos, provocó choques lo bastante violentos como para que los granaderos, con bayonetas en los fusiles, tomaran la sala.
[39] En 1829 Alejandro Dumas triunfó con Enrique III y su corte, drama de cinco actos en prosa, que consiguió hacer montar en la Comédie-Française.
[45] Como consecuencia, entre la Revolución y la Restauración (a pesar del frenazo durante el primer Imperio), se multiplicaron los escenarios en París.
[51] Sin embargo, a pesar de la calidad de los actores, a pesar también de que el barón Taylor reclutara al decorador Cicéri, que revolucionó el arte del decorado teatral,[52] las representaciones en el Théâtre-Français se desarrollaban ante salas casi vacías, tan evidente era que la gente se aburría «escuchando a declamadores afectados recitando metódicamente largos discursos», tal como escribía en 1825 un redactor de Le Globe, periódico que, cierto es, se mostraba poco favorable hacia los neoclásicos.
En compensación, se le ofreció a Hugo triplicar la pensión que recibía de parte del rey.
[63] Hugo se propuso escribir un nuevo drama, ambientado esta vez en España; pero que, a pesar de (o gracias a)[64] este cambio estratégico en la localización, será políticamente aún más peligroso que Marion de Lorme.
[69] Hernani ya podía, pues, representarse en el escenario del Théâtre-Français, interpretado por los mejores actores de la compañía.
Esta práctica, que contrastaba con los usos habituales, provocó algunas tensiones con los actores al comenzar a trabajar en Hernani.
En realidad, es probable que la actriz hubiera conseguido convencer al dramaturgo de llevar a cabo esta modificación, para no dar lugar a las habituales pullas y sarcasmos: en efecto, era «Monseigneur» y no «mon lion» lo que aparecía escrito en el manuscrito del apuntador.
Fueron ellos quienes, con sus trajes excéntricos, sus cabelleras hirsutas y sus bromas macabras, causaron sensación entre el público refinado del Théâtre-Français.
[95] Hugo habría pronunciado un discurso en el que, de nuevo, se mezclarían consideraciones estéticas, políticas y militares: Florence Naugrette, especialista en la literatura de Victor Hugo, ha demostrado que, en realidad, este discurso fue reinventado en 1864.
En la prefectura se esperaban altercados que obligarían a dispersar esta masa de jóvenes inconformistas.
Hugo, desde el agujero del telón para los actores, observaba a sus tropas sin dejarse ver.
Al final de la obra las ovaciones se sucedieron, los actores fueron aclamados, el autor fue llevado triunfalmente hasta su casa.
Años más tarde, Gautier escribiría: Aquel día, la recaudación del Théâtre-Français ascendió a 5 134 francos.
Este público no estaba impactado por las distorsiones que Hugo hacía sufrir al verso alejandrino clásico: el encabalgamiento (muy mencionado) que hacía pasar el adjetivo «oculto» al verso siguiente, donde se encuentra su sustantivo «escalera», no extrañó tanto como pretendió Gautier.
— Lo será pronto» entre el rey y Don Ricardo (Acto II, escena 1) lo consternaba.
Ahora bien, Firmin, arrastrado por la dicción habitual de los versos clásicos, hizo la pausa en el hemistiquio.
¡De tu séquito formo parte!»[110] Hugo se vio obligado a remodelar el verso.
Les gritó a hombres con la edad suficiente como para recordar la época del Terror: «¡A la guillotina, las rodillas!».
[114] Los actores estaban cansados de los silbidos, los gritos, las risas, las interrupciones incesantes (se ha podido calcular que eran interrumpidos cada doce versos, es decir, casi 150 veces por representación),[115] e interpretaban sus papeles con menos convicción cada vez.
[118] Lo que en el fondo molestaba a Carrel era la interferencia de géneros llevada a cabo por la estética hugoliana: él mismo consideraba, junto con los «clásicos», que había un gran género teatral destinado a las élites, la tragedia, y que, para educar al pueblo, estaba un género menor y estéticamente menos exigente, el melodrama.
[119] Por su parte, Los teatros del bulevar divertían a París con sus parodias de Hernani: N, i, Ni ou le Danger des Castilles (amphigouri romantique en cinq actes et vers sublimes mêlés de prose ridicule) —N, i, Ni o el Peligro de las Castillas (jerigonza romántica en cinco actos y versos sublimes mezclados con prosa ridícula)—, Harnali ou la Contrainte par Cor —Harnali o la Imposición del Callo—, o aún, simplemente, Hernani.
[120] En ellas, se llamaba a Don Gomez Dégommé —Destituido—, a Doña Sol, Quasifol —Casi Loca— o Parasol...[121] Cuatro piezas paródicas y tres panfletos (uno con tono irónico dirigido contra la «ningunería literaria», que mostraba haber sido redactado en realidad en el entorno de Hugo)[122] aparecieron en los meses que siguieron al estreno del drama.