El califa era una marioneta controlada por mamelucos o caudillos militares turcos de origen esclavo, no obstante seguía siendo el líder espiritual del Islam, y Bagdad era una ciudad rica y un importante centro cultural.
Hulagu exigió la rendición, pero el califa se negó y advirtió a los mongoles que provocarían la ira de Alá si le atacaban.
La destrucción de Bagdad fue hasta cierto punto una estrategia deliberada para intimidar a otras ciudades y reinos.
Bagdad seguiría siendo una ciudad despoblada y en ruinas durante siglos; solo tras mucho tiempo recuperaría parte de su antiguo esplendor.
Murió o huyó tanta gente que no fue posible mantener el sistema de canales.
[3] Otros historiadores no opinan lo mismo, y consideran que el declive en la agricultura fue ocasionado porque los mongoles sembraron de sal los campos.