Su construcción fue ordenada por el presidente Antonio Guzmán Blanco, en 1883, al arquitecto Juan Hurtado Manrique.
Sin embargo, en 1812, otro terremoto destruye casi por completo la iglesia, iniciándose su reconstrucción que jamás fue culminada.
Este sismo, que llegó a 6.5 grados en la escala de Richter, causó grandes daños y pérdidas humanas.
Este edificio religioso quedó peligrosamente al borde del colapso, con su torre central a punto de desplomarse.
Se encargó entonces a la constructora de Doménico Di Mella la remodelación y reparación, quedando esta casi en exacta similitud con la original.