Sin embargo, aún en esta etapa temprana, los arquitectos locales comenzaban a incorporar ciertas características vernáculas de la vieja arquitectura siciliana.
Cualquiera fuera la razón de la indiferencia siciliana por el estilo renacentista, ciertamente no se debió a ignorancia.
Este arco de acceso al santuario tiene pilastras no ranuradas, pero fuertemente decoradas con relieves representando a los santos, y —más importante en términos arquitectónicos— el frontón está decorado con santos reclinados que sostienen motivos festivos articulados con el escudo central que corona la composición.
Las leyes sobre el campesinado (no existía una clase media establecida) se encontraban regidas por un sistema feudal, inamovible desde su introducción con la conquista normanda en 1071.
Para facilitar el ingreso, era usual pagar una abultada dote, en forma de propiedades, joyas o dinero.
Alas barrocas y nuevas fachadas se adosaron a viejos castillos o villas de campo, incluso reconstruyendo algunas por completo.
Así, la histeria colectiva materializada en la creciente fantasía arquitectónica barroca demandada por tantos patrones hedonistas, alcanzó su cenit a mediados del siglo XVIII.
La ciudad vieja fue reconstruida sobre su diseño original, pero los ensanches hacia el oeste tuvieron parcialmente como base una grilla en damero.
La opinión pública en Sicilia no contaba, por lo que estos conceptos revolucionarios de planificación urbana pudieron ser ejecutados libremente.
Esta ventaja es muy notable en la gran reconstrucción de ciudades como Caltagirone, Militello in Val di Catania, Modica, Noto, Palazzolo Acreide, Ragusa o Scicli.
Las viejas ruinas, conocidas actualmente como "Noto Antica", pueden verse todavía en el estado en que quedaron luego del sismo.
Este ejemplo de planificación urbana se atribuye a un culto aristócrata local, Giovanni Battista Landolina, ayudado por tres arquitectos del lugar.
El escenario estaba listo para la explosiva difusión de la arquitectura barroca, que predominó en Sicilia hasta principios del siglo XIX.
Los excesos del estilo barroco aplicado en los palazzi y villas rurales sicilianas, sin embargo, dejarían muy pronto a Versalles como un modelo de simplicidad.
Tales arquitectos, a menudo locales, fueron capaces de diseñar en un estilo más sofisticado que los del siglo XVII.
En ningún lugar es más evidente el desarrollo del nuevo estilo barroco que en Ragusa y en Catania.
El nuevo trazado dividió a la ciudad en cuatro distritos separados por dos avenidas que se cruzaban en la Piazza del Duomo.
Los escalones que llevan al altar se curvan en forma cóncava o convexa y en muchos casos están adornados con incrustaciones de mármol.
Este cielorraso[15] ya estaba fuera de moda al ser terminado, y el resto del salón fue decorado en forma mucho más simple.
En los últimos 250 años los cambios funcionales de los palazzi completaron esta tendencia a simplificar: las plantas bajas son ahora negocios, bancos o restaurantes, y los pisos altos, compartimentados en viviendas, han perdido sus interiores decorados.
También estaban los empleados, incluyendo a menudo un capellán privado o confesor, un mayordomo, gobernantas, secretarias, archivistas, contadores, bibliotecarios, e innumerables sirvientes, más un portero que tocaba una campana un número predeterminado de veces en función del rango del visitante que se aproximara.
Las paredes con espejos, empotrados dentro de marcos dorados, a veces alternando con cuadros igualmente enmarcados, más ninfas y pastoras en relieve en los espacios intermedios.
En el barroco estos "centros" se dejaban siempre vacíos, para mostrar mejor los pisos de mármol o cerámica decorada.
Por lo tanto, Palermo estuvo en relación constante con la capital principal, Nápoles, donde se producía una creciente vuelta a la arquitectura de estilo clásico.
Durante el siglo XVII la aristocracia había vivido principalmente en sus tierras, cuidándolas y mejorándolas, con lo que también eran buenos los ingresos.
Estos factores, en conjunto con la agitación política y social del Risorgimento en el siglo XIX, significaron para la aristocracia siciliana convertirse en una clase arruinada.
Unos pocos aristócratas estaban en condiciones de edificar, así que el nuevo estilo fue usado principalmente en edificios públicos, como aquellos Jardines Botánicos en Palermo.
Como en los primeros días del barroco siciliano, los nuevos edificios neoclásicos eran a menudo copias o híbridos de ambas corrientes.
En gran medida, el barroco siciliano es actualmente reconocido como un estilo gracias al trabajo de Anthony Blunt.
Como actualmente Sicilia se está convirtiendo en una sociedad políticamente estable y menos corrupta, los palazzi barrocos están muy lentamente comenzando a abrir sus puertas al público ansioso, más norteamericanos e ingleses que italianos.