Se ubicó en un promontorio del llano de Barcelona conocido como el monte Táber, en un lugar donde anteriormente hubo con probabilidad un poblado layetano.
Aunque de escasas dimensiones, fue una ciudad próspera debido a su situación estratégica, con una economía basada en la agricultura y el comercio.
Su mayor esplendor se produjo entre los siglos ii y iii, en que comenzó una cierta decadencia en paralelo al resto del Imperio romano.
Parece provenir de un poblado ibérico denominado Barkeno (), que se menciona en unos dracmas ibéricos del siglo II a. C. Esta forma se adaptó en latín como BARCĬNŌ cuando la ciudad fue fundada como colonia romana en el siglo I a. C.[1] Algunas leyendas apuntan a un posible origen cartaginés, derivado de Amílcar Barca, pero parece poco probable.
[8] Durante este período, los romanos seguramente ocuparían el enclave íbero situado en Montjuic, para controlar la desembocadura del Llobregat, un centro estratégico.
Cabe suponer igualmente que durante este período se produciría una aculturación entre la población autóctona y los recién llegados.
[11] El nuevo poblado recibió el nombre completo de Colonia Iulia Augusta Faventia Paterna Barcino.
[18] Por otro lado, hacia el siglo IV, Barcino había ya desplazado a Tarraco como referente de la región.
[19] La principal actividad económica era el cultivo de tierras circundantes, especialmente la vid, que tenía buena fama y se exportaba a otras áreas del imperio como la Galia, Italia, el norte de África e incluso en la frontera germánica.
[25] En esa centuria comenzaron a establecerse las primeras comunidades cristianas en la región: hay constancia de una primitiva comunidad y obispo propio entre 260 y principios del siglo IV, período en el que surgieron las primeras veneraciones a cristianos martirizados durante la persecución de Diocleciano.
[28] Por estas fechas aparece como obispo legendario de la ciudad san Severo, el cual sin embargo no está documentado.
Muchas casas unifamiliares fueron divididas en varias viviendas, se estrecharon las calles para aprovechar más el espacio y el sistema de alcantarillado abandonándose progresivamente.
Uno de sus reyes, Ataúlfo (410-415), se casó en 414 con Gala Placidia, hija del emperador Teodosio I, y estableció su corte en Barcino.
Eurico tomó la Tarraconense (470-475) y forzó con el hérulo Odoacro la deposición del último emperador romano de Occidente, Rómulo Augústulo, en 476.
[38] La primera muralla de la ciudad, de fábrica sencilla, se comenzó a construir en el siglo I a. C. Tenía pocas torres, sólo en los ángulos y en las puertas del perímetro amurallado, de las que había cuatro: la Praetoria (plaza Nueva), la Decumana (calle Regomir), la Principalis Sinistra (plaza del Ángel) y la Principalis Dextra (calle del Call).
El recinto del foro no ha sido claramente delimitado, pero parece coincidir aproximadamente con la actual plaza de San Jaime.
Entre la columnata, de orden corintio, se situaba la cella, un habitáculo que contenía la imagen o escultura del emperador Augusto, accesible desde el foro.
[51] Entre finales del siglo III y principios del siglo IV, tras una crisis económica y política, Barcino vivió un nuevo momento de esplendor que se plasmó, como se ha visto, en la ampliación de las murallas.
Este arte nació de las formas y tipologías romanas, pero con un nuevo contenido basado en la iconografía cristiana.
El conjunto episcopal incluía también un palacio y un aula (sala de recepción del obispo), así como diversos edificios secundarios.