En 1851 pasó al Paraguay donde dirigió una fundición de hierro.
Las experiencias de su viaje las reflejó en un Diario, incluyendo anotaciones acerca del territorio recorrido, su flora y fauna.
La empresa, si bien generó gran entusiasmo en la población e impulsó pedidos de canalización del río para el riego y el transporte, finalmente no se llevó a cabo.
El Hércules (Bartolomé Cordero) consiguió tomarlo pero otra bala cortó la cadena del timón, dejándolo sin gobierno, y los disparos hirieron a Bartolomé Cordero, pese a lo cual consiguió mantener el rumbo con la barca hasta salir del alcance de las baterías.
Su hijo, Oscar Liliedal, fue un conocido jurista, empresario y filántropo.