La creencia en Dios también ha disminuido: si en el año 2007 el 93 % de los encuestados/as se declaraba creyente, esa cifra hoy es del 70 %.
Pese a lo anterior, la Iglesia católica continuó manteniendo importantes privilegios tributarios y políticos, y en la práctica no se consiguió una total igualdad de derechos en términos religiosos.En el texto de la Constitución de 1980, creada durante la dictadura militar y que sigue rigiendo hasta la actualidad, se omitió la referencia explícita al Estado laico,[4] pero se mantuvo la separación Iglesia-Estado.
[6] No obstante, se mantiene estable en el país la creencia de tipo deísta en sus distintas variantes: en términos simples, el que una persona declare «creer en un Dios» en una interpretación y percepción personal del individuo, libre de religiones y «a su manera».
Asimismo, el incremento de creyentes del ala evangélica y protesante en todas sus confesiones,[7] como también el número sostenido de creyentes de otras religiones minoritarias — incluyendo la conversión religiosa al judaísmo, islam, budismo y otras —, hace deducir en diversos estudios especializados en el tema religioso, que Chile sigue una tendencia cercana a la postsecularización.
[12] En 2014, Cristóbal Bellolio publicó su libro Ateos fuera del clóset, que como dice su título, busca que los ateos de Chile «salgan del clóset» para reconocerse públicamente como ateos,[13] y al mismo tiempo que se abra un debate constructivo sobre el rol actual de la religión en la sociedad chilena.