En el Renacimiento, Europa recuperó el conocimiento alquímico "perdido" en la Edad Media gracias a los trabajos de estudiosos árabes, despertando un gran interés que pervivió en el continente hasta la llegada del siglo XX.
El término (en inglés, alchemy; en francés antiguo, alkemie; en italiano, alchimia) viene del árabe al-kimia: "el arte de la transformación".
La imagen típica de los alquimistas los representa en tenebrosos laboratorios, esforzándose denodadamente por convertir minerales comunes en otros preciosos, como oro (chrysopoeia) o plata.
También se les suele atribuir una ingenua convicción en producir artesanalmente remedios milagrosos para todos los males (panacea), el elixir de la eterna juventud, o el disolvente universal (álcalis).
Tradicionalmente, cada uno de los siete cuerpos celestes del sistema solar que conocían los antiguos estaba asociado con un determinado metal sobre el cual gobernaba.
Como estos últimos planetas y metales mencionados no habían sido descubiertos hasta hace relativamente poco, no hay base clásica ni tradicional para estas asociaciones, a diferencia de lo que ocurre con los cuerpos celestes y metales ya conocidos desde la antigüedad.