Generalmente afecta al pulmón, aunque en ocasiones se presenta en otros órganos como el riñón y el cerebro.
Cuando las condiciones le son favorable, por ejemplo en personas con déficit de inmunidad, se multiplica con facilidad invadiendo cavidades preexistentes.
El síntoma principal que provoca es la expulsión de sangre con la tos (hemoptisis), pero en muchas ocasiones es asintomático.
El tratamiento recomendado es la cirugía o la administración de fármacos específicos como el itraconazol y la anfotericina B.
[3] La primera descripción de aspergiloma en humanos se atribuye a John Hughes Bennett en 1842,[4] pero esta paternidad ha sido cuestionada.