Originalmente el ashigaru era reclutado sin derecho a paga, se les permitía saquear después de la batalla o tomar lo que necesitaran en las tierras conquistadas.
La primera se daría en las lanzas más largas que llegarían a alcanzar las mismas dimensiones de las picas en Europa y la introducción del tanegashima.
Los daimyō reconocieron la necesidad del entrenamiento pero no todos contaban con grandes recursos para poder mantener soldados de tiempo completo.
Los clanes proporcionaban al ashigaru un yari, una armadura y antes de la introducción del tanegashima, el yumi, (la espada la conseguían ellos).
El yari, con la llegada de los portugueses, fue paulatinamente sustituido por el tanegashima (el cual podía usarse fácilmente por alguien inexperto).
Muchos samurái llevaban el tanegashima en la batalla y lo usaban para disparar (con más o menos éxito, dada la imprecisión inherente a cualquier arma de ánima lisa) contra enemigos importantes.
Sin embargo nunca llegó a ser el arma primordial de un verdadero samurái, porque ahí seguía estando la espada.
Al disparar en masa contra grandes objetivos, estas limitaciones se superaron y el arma cambió las tácticas de guerra en Japón.
Al final del período Sengoku, se abandonaron las armas de fuego bajo el shogunato Tokugawa.
Los samuráis se convirtieron en los únicos guerreros del mundo que le volvían la espalda a la pólvora.