La arquitectura de Cantabria ha evolucionado desde un medievo en el que prevalecía el ingenio en obras civiles sin desmesuradas pretensiones frente a la exaltación de la individualidad artística; pasando por una Edad Moderna en la que surgieron notables sagas de canteros montañeses y arquitectos del tardogótico, plateresco y renacimiento; hasta una época contemporánea en el que se ha evolucionado desde un regionalismo arquitectónico hacia las más diversas influencias modernas internacionales.
[2] Tras las guerras cántabras los romanos ocuparon Cantabria, aunque no llegaron a romanizarla del todo, y crearon en su territorio nueve ciudades, algunas de las cuales aún no descubiertas y estando varias en lo que hoy son otras autonomías.
Dentro de la Cantabria actual destacan la ciudad principal, Julióbriga, Octaviolca y Flaviobriga (Castro-Urdiales), que entonces quedaba fuera del territorio cántabro.
En Cantabria el arte prerrománico existente se insertaría dentro de la tercera etapa del periodo prerrománico hispano, denominada época de repoblación,[nota 1][4] y cuya cronología pertenece a los siglos IX y X.
Tumbas también excavadas en la roca y edículos suelen completar estos conjuntos eremíticos.
En contraposición a otras corrientes artísticas posteriores mucho más "urbanas", el arte románico en general, y su arquitectura en particular, se desarrolló fundamentalmente en el mundo rural, teniendo su manifestación más importante en los edificios monacales.
Así mismo, se requirieron de grandes y pesados muros, con apenas vanos, que pudieran soportar el peso de estas bóvedas, todo ello reforzado con gruesos contrafuertes en el exterior.
[9] Innovaciones técnicas como el arco apuntado, la bóveda de crucería o los arbotantes permitieron al gótico crear edificios altos, esbeltos y luminosos al no tener los muros que soportar ya los empujes de las bóvedas, lo que permitió abrir grandes ventanales.
Al contrario que otras grandes ciudades, en las que van surgiendo una poderosa burguesía capaz de sufragar parte de las costosas obras góticas, las villas cántabras no van a tener tanta pujanza, máxime cuando en Cantabria los monasterios aún conservarían una gran importancia.
Terminada la Edad Media, se inicia el siglo XVI con una herencia del gótico en Cantabria que es difícilmente borrable.
Elementos como la bóveda de crucería pesaron en una tradición arquitectónica montañesa profundamente arraigada, siendo difícilmente desplazada salvo en contadas ocasiones.
Perdura la espadaña medieval de ornato simple con más troneras que campanas.
Este mercado supuso un hito en su tiempo debido a la introducción en España del concepto de la galería comercial.
[11] Tras la catástrofe sufrida en la ciudad por la explosión del vapor Cabo Machichaco en 1893, el ayuntamiento de Santander aprobó un Plan Extraordinario de Obras Municipales, entre las que destacaron la construcción del palacio-ayuntamiento, proyectado por Julio María Martínez Zapata en 1897, y el férreo Mercado de la Esperanza, ideado por los arquitectos Eduardo Reynals y Toledo y Juan Moya e Idígoras e inaugurado en 1904.
[11] A lo largo del siglo XX, Cantabria conoció un fuerte desarrollo de la arquitectura.
La región no permaneció ajena a la confrontación que la arquitectura contemporánea vive entre ideales artísticos y realidad social.
[13] En 1909 se inició la construcción del palacio de la Magdalena, destinado albergar a la familia real española y finalizado dos años más tarde.
[13] Finalizada la Guerra Civil la arquitectura se impregna de un cierto tradicionalismo, fomentando la preferencia por los materiales, técnicas y temas nacionales.
Sin embargo algunos arquitectos como Luis Moya Blanco, desde la tradición, buscaron soluciones más modernas para sus obras, como lo demuestra la iglesia de la Virgen Grande, en Torrelavega.
A partir de los años setenta la arquitectura realizada en Cantabria se integra en el panorama internacional, caracterizado hasta la actualidad por una total diversidad.