En el posterior período entre guerras, tuvo lugar algún movimiento de resistencia antisoviética, en particular durante la década de 1920 (especialmente a través del denominado Proyecto Prometeo, patrocinado por la inteligencia polaca).
Durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial (llamada Gran Guerra Patria por los soviéticos, en lo que a su Frente Oriental se refiere), el régimen nazi creó una fuerza rusa antisoviética.
Categorías enteras de individuos, como el clero, los kuláks, la funcionarios de la antigua policía zarista, etc. eran automáticamente considerados como antisoviéticos y hasta como enemigos del pueblo, por lo que eran eventualmente reprimidos en consecuencia.
Por lo tanto, a partir de la interpretación soviética del marxismo, si un individuo acusado provenía de una familia “burguesa” importaba más que los hechos que efectivamente había realizado o podido realizar).
Por ejemplo, Martin Latsis, quien por entonces era jefe de la temible policía política Cheka, lo explicó en estos términos en un periódico:[1]