Apoyado por Ptolomeo VIII, con cuya hija Trifena casó, se deshizo del usurpador Alejandro II Zabinas e inmediatamente de su propia madre, Cleopatra, que intentó envenenarlo, pero Antíoco la obligó a beberse su propio veneno (123 a. C.).
Al parecer, el joven Antíoco estaba interesado en la toxicología, y se dice que llegó a escribir poemas acerca de ello, de los cuales algunos fueron citados por el célebre médico Galeno.
Durante varios años reinó la calma en Siria, hasta que en 116 a. C. su medio hermano y primo Antíoco IX Ciciceno retornó de su exilio en Cízico y reclamó el trono, iniciándose una nueva guerra civil en la que Antíoco Gripo (su sobrenombre significa «nariz ganchuda»), logró relegar a su rival a algunas plazas litorales (108).
Finalmente, los dos Antíocos se dividieron el reino y gobernaron conjuntamente hasta que Gripo fue asesinado por su ministro Heracleón en 96 a. C., quedando Antíoco IX como único rey, estando él, quizás, detrás del asesinato de este.
Existe una anécdota al respecto según la cual el rey enviaba camellos para recoger a sus invitados a los lujosos banquetes, algo que creaba tensión entre su pueblo, pues la tesorería estaba completamente agotada.