Animales en la Biblia

Son bastantes aquellos animales, sobre todo salvajes, cuya identificación y traducción resulta muy dudosa, debido en parte a que muchas de las especies designadas en la Biblia se han extinguido ya en Palestina.

De aquí que los animales son puros, sobre todo porque pueden ser ofrecidos a Dios (Gen 7, 2; 8, 20).

El criterio es, pues, religioso; la impureza y consiguiente carácter abominable de algunos animales, aparentemente ininteligible para nosotros, se basa probablemente en que esos animales formaban parte de los sacrificios que los paganos ofrecían a sus dioses, en particular a los dioses subterráneos y demonios cananeos, o en razones higiénicas revestidas también de carácter religioso: al ser repugnantes o malos para el hombre, se considera que su contacto también desagrada a Dios.

La relación de estos animales la da,[1]​ y la repite más brevemente Dt 14, 3-20.

En el Nuevo Testamento los animales "impuros" son usados por los israelitas (judíos) para comparar el estado espiritual de los gentiles (extranjeros sin linaje de sangre Israelita), no obstante, Dios aclara que esta analogía creada por la ritualística judía no debía ser considerada para clasificar a los hombres, puesto fue agregada por la interpretación de la comunidad Farisea y por tanto los gentiles no debían ser despreciados (considerados impuros): Los animales tienen también en la Biblia un amplio uso literario.

Entre los animales tomados individualmente se destacan, por su uso litúrgico, mesiánico o profético: En el paraíso que describe el libro del Génesis Adán y Eva reciben la indicación de comer plantas y sus frutos: Sin embargo, esta porción fue dada antes de la caída.

En contrapartida, la restauración mesiánica es descrita como una era de paz y de reconciliación universal y cósmica, que incluye la pacificación de los animales proverbialmente hostiles entre sí y enemigos del hombre, es decir, como la vuelta a la paz paradisíaca, en la que todos los animales estaban sumisos al hombre (cfr.

Pintura de Julius Schnorr von Carolsfeld que representa el quinto día de la creación del mundo, en el que Dios crea los animales marinos y las aves.