El faraón porta la Doble Corona del Alto y el Bajo Egipto, una gruesa barba trenzada postiza, sandalias, collar ancho, brazaletes, pulseras y un faldellín ceremonial particularmente sofisticado, plisado y con un delantal rematado por cobras solares; su rostro es casi infantil, aunque el cuerpo atlético es el de un hombre en la flor de la vida.
Algunas partes no pulidas permaneciendo con su textura rugosa natural (el collar, los brazaletes y pulseras) probablemente estaban originalmente chapadas en oro.
La pose rígida, con los brazos a lo largo del cuerpo y los puños cerrados y el pie izquierdo avanzado, es la convencional, pero la presencia de un trineo no tiene parangón en la iconografía escultural: el pilar dorsal y el basamento entre los pies y el trineo indican que no es una figura del soberano, sino de una estatua suya: se trataría por lo tanto de la reproducción de una estatua siendo transportada (verosímilmente en una procesión) sobre un trineo.
El egiptólogo checo Jaromír Málek ha comentado: Sin embargo, es posible también que el trineo no sea más que el jeroglífico del nombre del dios solar Atum: la estatua sería, por lo tanto, un indicador de la creciente importancia del culto solar a lo largo del reinado de Amenhotep III, destinado a tener una cristalización revolucionaria (atonismo) con su sucesor Akenatón: la inscripción sobre el pilar trasero compara al faraón con el dios Atón mismo.
No obstante, la estatua sufrió la iconoclasia del henoteísta Akenatón y el nombre del dios Amón, también presente, fue borrado y nunca más restaurado: es por lo tanto posible que la obra hubiera sido enterrada y olvidada al final de la época amarniana.