En su juventud, viajó por Oriente, y su reproducción fiel y naturalista de la vida y paisajes de la región sorprendió a los críticos, que reconocieron su trabajo incluyéndolo en la escuela romántica francesa como uno de sus líderes, junto a Delacroix e Ingres.
Aunque la mayor parte de su vida la pasó en París, usó la experiencia viajera para montar escenas bíblicas como José vendido por sus hermanos, Moisés rescatado del Nilo, o sus escenas de la vida de Sansón, nueve esbozos en carboncillo y blanco.
Pintor variado y fecundo, visitó Barbizón y reflejó la vida cotidiana en Francia (así como también de Argelia) en una amplia serie de pinturas de género.
Fue un apasionado de los deportes y los animales, especialmente los perros, caballos y monos, que pintó con humor.
Murió en 1860, al ser derribado de un caballo mientras cazaba en Fontainebleau.