Su estudio fotográfico, el último y más conocido perteneciente a un propietario extranjero en Japón, fue uno de los mayores del país y una de las firmas fotográficas comerciales más prolíficas del mismo.
Adolfo Farsari nació en Vicenza, Reino de Lombardía-Venecia (por aquel entonces formaba parte del Imperio Austriaco, ahora en Italia).
[7] No está muy claro cuánto tiempo duró la asociación entre Tamamura y Farsari, ya que por aquellos años había cierta competencia entre ellos.
Farsari amplió aún más sus negocios en 1885 cuando la Yokohama Photographic Company (que pertenecía a David Welsh) quebró y Farsari adquirió sus locales (junto a los suyos) y se mudó allí.
[8] Además del estudio en Yokohama, Farsari probablemente tenía agencias en Kōbe y Nagasaki.
[9] Hacia el final de 1886, Farsari y un fotógrafo chino Tong Cheong eran los únicos fotógrafos extranjeros en activo en Japón, y para el año siguiente, incluso Tong Cheong se había ido.
[12] Al igual que sus contemporáneos, Farsari normalmente subtitulaba y enumeraba sus fotografías con letras blancas sobre fondo negro.
[13] Farsari vendió muchas de estos álbumes fotográficos, sobre todo a residentes extranjeros y visitantes (turistas).
En consecuencia, su trabajo era caro, pero al mismo tiempo muy popular y a menudo era admirado por sus clientes y los que visitaban Japón, incluso obtuvo una brillante referencia por parte de Rudyard Kipling después de su visita en 1889 a Yokohama.
Una vez contratados, se les daba instrucción sin retribuciones durante varios meses, y más adelante un salario base que aumentaba mano a mano que Farsari quedaba satisfecho con el trabajo realizado.
Tonokura, a quien Farsari había conocido desde mediados de 1870, dirigía desde hacía tiempo operaciones diarias del estudio.
En 1904 Tonokura dejó el negocio para empezar uno propio y fue otro de los empleados de Farsari, Watanabe Tokutarō, quien se convirtió en el nuevo propietario, a quien le siguió su secretario personal, Fukagawa Itomaro.
[20] Farsari comentó su visión de la fotografía en una carta a su hermana, donde le escribía que «tomar fotos es una cosa mecánica».
Al describir su conversión a fotógrafo, escribió: «No tengo profesores reales, lo he aprendido todo de los libros.
[24] En el mismo sentido, Farsari y los demás fotógrafos de mausoleos de Tōshō-gū que antaño eran sitios más o menos reducidos al ámbito familiar, lo hicieron asequible a una audiencia más amplia.
[26] Debido a tales precios, pocos japoneses se podían permitir una fotografía así que el fotógrafo tenía que buscar su clientela entre los residentes extranjeros de los enclaves europeos y americanos:[27] administradores coloniales, misionarios, comerciantes y los militares.
Para atraer su clientela, los fotógrafos contribuyeron en las escenas recreando lo que ellos fotografiaban, particularmente los retratos describiendo «usos y costumbres».
En Japón antes de 1899 dichos fotógrafos eran todavía más importantes porque el gobierno necesitaba extranjeros para obtener pases para viajar al interior, y los fotógrafos comerciales basados en Japón podían ganar acceso más fácilmente y proporcionar imágenes de las zonas restringidas a los demás.
Para animar a dichos fotógrafos que visitaran su estudio y de este modo pudiesen comprar alguna mercancía, Farsari ofrecía el uso gratuito del cuarto oscuro.
Pero Bennett también reconoce que Farsari empleaba excelentes artistas, usaba los mejores papeles para imprimir y producía «increíbles fotografías coloreadas».