Admeto de Epiro

El rey epirota se hallaba ausente y fue recibido por su esposa Ftía.

Cuando Admeto regresó, escuchó la demanda de asilo de Temístocles y le perdonó su papel decisivo en la denegación de ayuda del pueblo ateniense hecha por el rey.

[1]​ Acordó su protección y rehusó entregarlo a los comisionados espartanos y atenienses que llegaron poco después.

Lo puso a salvo enviándolo por tierra atravesando el Peloponeso hasta la polis de Pidna, emplazada en la ribera del Golfo Termaico.

Desde allí huyó en barco a Jonia, pasando por la isla de Tasos, y desde Éfeso escribió una carta al rey aqueménida Artajerjes I, en cuya corte terminó sus días.