Adaptación social

El control social sobre el cumplimiento de las normas lleva, por lo general, a que aún los individuos cuyos intereses y formación no los inclinan al acatarlas efectivamente las obedezcan.

La severidad de las sanciones —que no se corresponde simplemente con el nivel en que éstas han sido institucionalizadas en organismo específicos dedicados a ratificarlas— permite distinguir entre costumbres, cuyo incumplimiento puede resultar excéntrico, vergonzoso o aún anormal, y acarrear principalmente incomodidades, y morés, normas que definen lo aceptable en el terreno social y cuya violación granjea la exclusión del círculo social o aún sanciones legales.

Esta idea de conformismo muestra al conformismo como una represión de la propia realidad del ser que, tarde o temprano, desembocará en la infelicidad o, en casos extremos, problemas mentales.

Pichon-Rivière distingue una adaptación pasiva, expresada en comportamientos visibles ajustados a las expectativas del terapeuta —como vestirse de una manera adecuada, comer regularmente y de acuerdo a las normas, responder predeciblemente en la conversación, que sin embargo no implica modificaciones profundas en la estructura psíquica.

En una adaptación activa, son las propias condiciones pulsionales del sujeto que se transforman, permitiendo a éste un contacto real y adecuado con su medio.

Niña nueva en la escuela de Emilia Shanks (1892), óleo sobre lienzo – Galería Tretiakov