Primero pensó en París, sin embargo en el último momento cambió de opinión y emigró a Cuba, país donde inició su fructífera relación con la fotografía, además de como creyonista (retocador de instantáneas e iluminando imágenes al pastel y al óleo).
Durante esta época hizo muchos retratos y autorretratos, faceta en la que demostró su capacidad interpretativa de la psicología de los personajes que inmortalizó con su cámara.
Al principio vendió materiales relacionados con la fotografía y el revelado, hasta que se animó a presentar sus propios trabajos, sobre todo retratos, especialidad a la que incorporó nuevas fórmulas compositivas y soluciones técnicas poco comunes.
[3] Benítez destacó por la variedad de temas y enfoques estéticos que imprimió a su dilatada producción.
[3] También supo utilizar en su trabajo otros recursos como contrapicados, fragmentación, acercamientos al detalle, entre otras técnicas, que lo convirtieron en uno de los profesionales más innovadores del arte de la fotografía en Canarias.