La actitud, en términos de las bellas artes, se refiere a la postura o gesto que le da un pintor o escultor a una figura.
Se aplica al cuerpo y no al estado mental, pero se presume que la disposición del cuerpo sirve un propósito comunicativo o expresivo.
La actitud era probablemente más importante como término estético en el siglo XIX cuando se definía en un diccionario, relacionado con el arte, como la postura o inclinación de las extremidades de una figura, por la cual descubrimos la acción en la que está comprometida, y el sentimiento mismo que se supone que está en la mente de la persona representada.
La actitud comprende todos los movimientos del cuerpo y requiere un conocimiento perfecto de la proporción y de todo lo que se refiera al centro de gravedad; pero cualquiera que sea la actitud que se le dé a una figura, esa actitud debe mostrar las partes hermosas, tanto como el tema lo permita; hay que dejar al tema ser lo que quiera ser.
Además, debe tener un giro que pueda difundir la belleza por sobre la acción, pero manteniendo la probabilidad o el carácter de la figura.