Allí tuvo lugar un gravísimo accidente por la explosión de un camión cisterna que transportaba propileno licuado.
La secuencia de la tragedia se inició cuando el conductor del camión decidió conducir por la N-340 en dirección sur.
A pesar de que inicialmente el líquido se encontraba muy frío, debido a la larga exposición al sol durante el viaje, la carga se fue calentando y con ella se generó una expansión del líquido contenido, el cual, al carecer de espacio para expandirse, elevó la presión interna muy por encima de la que correspondería a su punto de equilibrio líquido-vapor (límite para el que estaba diseñada la cisterna).
Según los testigos presenciales, la temperatura en la zona fue tan alta que hizo hervir el agua de la orilla del mar hacia donde huían las víctimas.
Sin embargo, si la explosión se hubiese producido pocos minutos antes, las consecuencias habrían sido desproporcionadas, ya que la carretera N-340 pasa también por el centro de San Carlos de la Rápita, que en esa época del año podía albergar a unas 20 000 personas, entre residentes y turistas.
Las ambulancias y otras unidades de emergencia fueron llegando gradualmente al lugar.
La Guardia Civil y el ejército recorrieron el campamento arrasado buscando supervivientes.
Durante los días y semanas posteriores fallecieron otros 70 veraneantes debido a la gravedad de las quemaduras.
En total murieron 243 personas, entre ellos muchos turistas alemanes, así como franceses y belgas.
La parte posterior del tanque de combustible se desplazó 300 metros empotrándose en un edificio.