Fue llamado «el escritor del pueblo» por Ciro Alegría,[1] y «el escritor que con más pureza traduce y expresa a las provincias» por Mariátegui.
Favorecido entonces por alguna notoriedad por algunos artículos aparecidos en El Correo del Perú, fue incorporado a la redacción de El Nacional en 1875 y, desde ese momento, se consagró al periodismo, haciendo populares los seudónimos Último Harabicu y el afamado epíteto de el Tunante, que empleó en creaciones literarias y en artículos satíricos y de costumbres, respectivamente.
Luego retornó a Lima y, desde El Nacional, censuró ácremente al gobierno del presidente Miguel Iglesias, por los términos del Tratado de Ancón.
Fue desterrado a Ecuador, pero desembarcó en el puerto peruano de Salaverry y secundó la acción revolucionaria del general Andrés A. Cáceres.
[15] Alcanzó a cumplir medio siglo de activa militancia en el periodismo local y su obra es por ello fragmentaria.