Abel Sánchez

Esta parece ser la intención de Unamuno, ya que en realidad Abel Sánchez no es sino una reinterpretación de la historia religiosa de Caín y Abel, identificados con los dos personajes protagonistas: Caín (Joaquín) es el despreciado por Dios y por la sociedad, mientras que Abel, sin haber hecho más méritos para ello, recibe todos los dones humanos y una admiración generalizada.

Las protagonistas femeninas juegan un papel secundario en el desarrollo de la trama, pero tiene igualmente un significado mítico o simbólico.

En cambio, Antonia (del latín, "digna de elogio" o "más allá de la estimación") es la mujer-madre, tan común en la obra unamuniana, que acogerá y confortará al protagonista en su regazo.

Esta tensa relación vital entre Joaquín y Abel se transmite al lector mediante tres recursos narrativos distintos: las intervenciones del narrador omnisciente en tercera persona (no muy abundantes), los diálogos entre los personajes, de una extensión considerable, y por último los fragmentos de una Confesión en primera persona supuestamente escrita por el personaje principal, Joaquín Monegro, generalmente integrados en la narración, y más raramente en un capítulo independiente.

En otros casos, como los hijos o el episodio del discurso laudatorio, lo que en principio parecen estrategias de sublimación se acaban transformando en competición (en el primer caso) y en la tentación del homicidio, en el segundo.