Debía dividirse en piccolo spazio («espacio pequeño»), que debía ser habitado solo por italianos, y el gran spazio («espacio grande») habitado por otras naciones para estar bajo la esfera de influencia italiana.
El ideólogo fascista Giuseppe Bottai comparó esta misión histórica con los hechos de los romanos antiguos, afirmando que los nuevos italianos «iluminarán el mundo con su arte, lo educarán con su conocimiento y darán una estructura robusta a sus nuevos territorios con su técnica y habilidad administrativa».
Sin embargo, el imperialismo colonial inherente al «espacio vital» propuesto por Benito Mussolini no requirió el genocidio de las naciones subyugadas, sino que presentó a la raza italiana como «custodio y portadora de una civilización superior».
Como tal, el propósito ideológico del «espacio vital» italiano incluyó la exportación del fascismo revolucionario para reemplazar los sistemas políticos nativos con el fin de «civilizar» a los pueblos conquistados en colonias de la Italia fascista.
El cronograma para su logro se aceleró debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Serbia, al ser territorialmente «reducida a sus proporciones efectivas», estaría dentro del spazio vitale por su riqueza mineral, y en particular sus depósitos de cobre en Bor.