[1] Fue según la Biblia, un profeta hebreo que ejerció su ministerio entre 586 y 538 a. C., durante el cautiverio judío en Babilonia.
En su primera visión, Ezequiel percibió el tetramorfos, es decir, los cuatro seres vivientes tirando de un carro celestial.
Con la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo, no pocos habían perdido la fe.
La misión de Ezequiel consistió en combatir la idolatría, la corrupción por las malas costumbres, y las ideas erróneas acerca del pronto regreso a Jerusalén; para consolar a su pueblo, predicó la esperanza del tiempo mesiánico.
[7] Ezequiel es venerado como profeta en el judaísmo, cristianismo, islam y bahaísmo.
Y ciertamente vendrás de tu lugar, de las partes más remotas del norte, tú y muchos pueblos contigo, todos ellos montados a caballo, una gran congregación, hasta una numerosa fuerza militar.
Y de seguro subirás contra mi pueblo Israel, como nubes para cubrir el país.
Se explica así, la responsabilidad enorme que recae sobre los sacerdotes, guardianes del templo (Ezequiel 22,26).
El problema era saber por dónde corría o cuál era la relación de Israel con Yahveh.
Con el destierro como castigo, Yahveh pretendía salvar, purificar, santificar y renovar a Israel.
Cuando se forma un Israel más cualitativo y lo personal aflora en variadas manifestaciones.
Finalmente a Ezequiel se le ha llamado el “padre del judaísmo”, por haber inspirado y orientado, con su visión sacerdotal de Israel futuro, la resurrección posexílica y la existencia ulterior del pueblo judío.
La temática teológica del profeta anteriormente mencionada, justifica en buena parte este apelativo.