Huérfano desde niño, de sus siete hermanos se hicieron cargo varios vecinos del pueblo.
En esta etapa conoce a Onofre Larumbe, sacerdote y una persona clave en la orientación de su futuro.
Probablemente en estos años vivió una profunda experiencia religiosa que más tarde sería continuada a través de una vida de trabajo, silencio y oración cuando le fuera posible.
Sin otra cultura que la adquirida en la escuela de su pueblo, solicitaba ser hermano converso.
Con la habitual discreción del Císter, no se hizo ninguna publicidad de su muerte.
Sin embargo, la noticia corrió rápidamente por toda la comarca circundante y al día siguiente, en la misa de réquiem, la iglesia del monasterio se llenó de gente para despedir al hermano Zacarías a quien tenían como una persona nada común, que respiraba bondad y con una sonrisa siempre en los labios.