El cachorro no se lo pensó dos veces y engulló vorazmente la leche condensada diluida con agua que contenía la botella.
Curiosamente, después de ese día siempre buscaría al mismo soldado para dormir la siesta a su lado.
Su comentario era que el pequeño oso era muy travieso y sus compañeros debían tener cuidado en las carpas de campaña pues ingresaba a las mismas y se comía toda la pasta dentífrica que encontrase.
Para ellos era muy gratificante su presencia, que les ayudaba a soportar los rigores de la vida militar.
Por su parte, Wojtek se integró rápidamente en el ambiente castrense y bien pronto abandonó los biberones para desarrollar una afición especial por la cerveza.
El oso pasó, en cierto modo, a ser un soldado más; en los desfiles, Wojtek caminaba erguido sobre dos patas y en los trayectos en jeep o camión iba sentado como cualquier pasajero, para sorpresa de los que lo veían por primera vez.
Los polacos llegaron por carretera al puerto de Alejandría, en donde debían embarcarse rumbo a Italia.
Mientras los polacos estaban bajando cajas de un camión para cargarlas luego sobre las mulas, Wojtek se acercó al vehículo y se puso en pie sobre las dos patas traseras, mientras que con las delanteras intentaba acercarse a las cajas de material.
Por tanto, ataron una caja al lomo del animal y éste comenzó a avanzar con seguridad.
Los polacos confiarían en Wojtek para que cargara con las cajas más pesadas, y el oso no les defraudó.
Una vez finalizada la contienda, los soldados polacos fueron trasladados a Gran Bretaña y, como no podía ser der otro modo, Wojtek fue con ellos.