William Stark (1741–1770) fue un médico inglés pionero en la investigación sobre el escorbuto, aunque con consecuencias trágicas para sí mismo.
Su legado no supuso un gran descubrimiento para el cuerpo médico, pero sus registros detallados ayudaron a establecer la importancia de la vitamina C en la aparición y el curso de la enfermedad.
Stark desarrolló una serie de veinticuatro experimentos dietéticos con el objeto de probar que una dieta variada y agradable resultaba más saludable que las dietas estrictas imperantes en su época.
Tras dos meses sus encías estaban rojas e hinchadas, y sangraban a la mínima presión, un síntoma de escorbuto.
Estaba considerando comenzar a introducir fruta y verdura fresca, pero todavía debía introducir la miel y el queso, muriendo de escorbuto en febrero de 1770.