Voto de Santiago

Las particulares circunstancias que rodean a la batalla, entre las que hay que añadir el que gracias a la victoria el reino asturiano dejó de pagar el anual tributo de las cien vírgenes al emirato de Córdoba, habrían motivado que el rey Ramiro I de Asturias, en Calahorra, hubiera concedido solemnemente el Voto de Santiago, con el que se ofrecería cada año a su iglesia de Santiago las primeras cosechas y vendimias, y como a un caballero más, se repartiría a Santiago una parte del botín que se tomara a los moros.

La iconografía del Santiago Matamoros, montado en un caballo blanco que arrolla a un sarraceno y blandiendo una espada, se perpetuó en la pintura y escultura española, estando presente sobre todo en las iglesias de la ruta jacobea.

El compromiso consistía, en lo material, en el pago de un impuesto extraordinario que consistía en un diezmo más de cereal cuyo beneficiario sería el Cabildo Catedralicio de Santiago, incrementando lo ya debido a la iglesia en concepto de diezmos y primicias, y que correspondía realizar a todos los campesinos de un gran territorio que comprendía desde Galicia hasta la Rioja.

En la Edad Media, se intentó "hacerle la competencia" por otras instancias eclesiásticas: Gonzalo de Berceo reclamaba para San Millán de la Cogolla el copatronazgo y las mismas condiciones económicas, por haber intervenido también en la batalla.

Gregorio Mayáns y Francisco Cerdá y Rico, en el siglo XVIII, dejaron claro que pertenecía al campo de la fantasía, como los plomos del Sacromonte o los cronicones del Padre Higuera, lo que les causó no pocos problemas.

Escultura de Santiago Matamoros en el Convento de las Comendadoras de Santiago de Madrid (siglo XVII )