Botticelli creó añadidos a la escena con gran amor hacia el detalle, y el conjunto de cajas y un cuenco con frutas exuberantes se parece mucho a un bodegón; las cerezas son una alusión al Paraíso.
Las páginas del libro, los materiales y los velos transparentes tienen una increíble calidad táctil.
En esta Madonna, como en las demás de la larga serie que pintó Botticelli, puede verse un modelo de Virgen seria, meditabunda, abstraída en su propia belleza y actuando siempre con gran seriedad.
Interpreta Roger Etchegaray que el lienzo de La Virgen con el Niño o La Virgen del libro es «una lección de lectura, en la que el Niño es quien explica las Escrituras a su Madre, muy atenta a sus palabras.
La Madre, escuchando a su Hijo, hace del Evangelio un libro abierto para siempre».