[1] La madera fue uno de los materiales más empleados para las figuras de devoción exentas en la época románica, al igual que cuando se utilizaban piedras, las maderas eran las propias del lugar y para las imágenes de las vírgenes se acostumbraban a emplear dos bloques, uno para la Virgen y otro para el niño, el trabajo se acababa normalmente con la aplicación de policromía para las destinadas a iglesias rurales y para grandes monasterios o comitentes se cubrían con metales preciosos y pedrería, dejando al descubierto sólo la madera policromada de los rostros y manos.[5] La imagen de la Virgen con la cara alargada y ojos en punta de almendra, se encuentra sentada sobre un trono bajo flanqueado por unos pilares y un cojín con decoración.Viste una túnica roja con pliegues ordenados simétricamente, por donde le salen en la parte inferior las puntas de los pies calzados.Tiene un velo rojo adornado con flores, que deja ver parte de sus cabellos, le cubre los hombros y llega hasta el nivel del codo, muestra rasgos de haber tenido una corona, seguramente posterior a su primitiva realización.[6] —Las vírgenes románicas recibían, en generaciones posteriores, una corona metálica, así como también el niño Jesús otra más pequeña—.