Su graduación alcohólica es menor que la de otros vinos (entre 9º y 10º).
En Argentina se lo reconoce como excelente compañero de asados, empanadas, picadas y fiambres caseros.
La implantación de la vid americana (Vitis labrusca) bajo el sistema de parral rápidamente se adaptó a las condiciones locales, dando como resultado un vino diferente por su aroma frutado y sabor característico, que sigue siendo en la actualidad reconocido por la población de la zona.
Desde los comienzos de esta tradición productiva, trabajaba en la viña toda la familia para lograr obtener aquel vino que comenzó a consumirse y venderse localmente.
Sobrevivió apenas para el consumo familiar y para la venta al menudeo.