Quedó huérfano de madre cuando contaba cinco años.
Fue nuevamente expulsado a Italia y reingresó en la Compañía restaurada en 1804 gracias a su amigo José Pignatelli; estuvo en Roma (1801-1804), en Nápoles (1804-1806), de nuevo en Roma (1806-1807) y pasó los últimos cinco en Tívoli (1807-1811), donde murió.
Más neoclásico que los neoclásicos, se entregó en cuerpo y alma al estudio y restauración de las artes grecolatinas clásicas.
Espiritualmente, se comprometió en una lucha sin cuartel contra el deísmo.
Sostuvo enconadas discusiones sobre historia del arte con sus colegas de afición y dejó numerosas obras inéditas en latín, italiano y español, que se conservan en el Archivo Histórico de la Pontificia Universidad Gregoriana, fondos APUG y Fondo Curia, y en la Biblioteca Nazionale Centrale Vittorio Emanuele II de Roma, sección Gesuitici.