Asentada toda su vida en Stuttgart, consideró a la patria desde la que se crio desde niña como su auténtico hogar.
Desde su infancia mostró un fuerte carácter y una personalidad perturbada por accesos de violencia.
Con el tiempo, Olga se convirtió en una figura materna para Vera, la cual mejoró su conducta gracias a los cuidados de su padres adoptivos.
Según fue creciendo se convirtió en una mujer inteligente, tímida e introspectiva, que no gustaba de las apariciones en público.
El duque era oficial del ejército y había acudido a Düsseldorf para hacerse cargo de un contingente.
Brillante y locuaz, la gran duquesa Vera era popular en Wurtemberg, donde se dedicó a obras de caridad.
[2] Con la llegada del nuevo siglo, Vera Constantínova tenía una apariencia achaparrada y regordeta, con una cara redonda.
[3] Estos rasgos, junto al hecho de que llevaba el pelo muy corto le dio una apariencia masculina.
Fue considerada bastante excéntrica, pero con un buen sentido del humor y sus comentarios divertidos fueron recordados por sus familiares.
Después de vivir en Wurtemberg durante tanto tiempo, estaba en desacuerdo políticamente y religiosamente con sus parientes rusos.