Vera Constantínovna de Rusia (1854-1912)

Asentada toda su vida en Stuttgart, consideró a la patria desde la que se crio desde niña como su auténtico hogar.Desde su infancia mostró un fuerte carácter y una personalidad perturbada por accesos de violencia.Con el tiempo, Olga se convirtió en una figura materna para Vera, la cual mejoró su conducta gracias a los cuidados de su padres adoptivos.Según fue creciendo se convirtió en una mujer inteligente, tímida e introspectiva, que no gustaba de las apariciones en público.El duque era oficial del ejército y había acudido a Düsseldorf para hacerse cargo de un contingente.Brillante y locuaz, la gran duquesa Vera era popular en Wurtemberg, donde se dedicó a obras de caridad.[2]​ Con la llegada del nuevo siglo, Vera Constantínova tenía una apariencia achaparrada y regordeta, con una cara redonda.[3]​ Estos rasgos, junto al hecho de que llevaba el pelo muy corto le dio una apariencia masculina.Fue considerada bastante excéntrica, pero con un buen sentido del humor y sus comentarios divertidos fueron recordados por sus familiares.Después de vivir en Wurtemberg durante tanto tiempo, estaba en desacuerdo políticamente y religiosamente con sus parientes rusos.
La gran duquesa Vera con su tía, la gran duquesa Olga , y su tío, el rey Carlos I de Wurtemberg , que la criaron desde la edad de nueve años.
Vera con su marido.
Vera Constantínovna de Rusia en 1909.