En 1844 se mudó a Madrid donde se desempeñó como periodista, colaborando en publicaciones liberales como El Tío Vivo, El Nuevo Espectador, La Reforma, La Tribuna del Pueblo, Semanario Pintoresco Español, La Europa… Fue además redactor político en semanarios como Los Hijos de Eva (Alicante, 1849) y diarios como La Prensa, El Sueco, La Nación y La Iberia y dirigió además El Museo Universal.
Ganó gran popularidad con una colección de poemas titulada Ecos Nacionales (Alicante, 1849, 2.ª ed.
Traducido a otras lenguas, Marcelino Menéndez Pelayo consideró que su lírica no había recibido toda la atención que realmente merecía: "Escribió mucho bueno y en muchos géneros, y es, a mi juicio, uno de los mejores y más completos poetas de su tiempo";[1] Con este juicio coincide José María de Cossío en sus Cincuenta años de poesía española, I, p. 193.
También inició una carrera teatral menos importante que la lírica, con piezas como Un don Juan de Calderón (comedia, 1844), Del agua mansa nos libre Dios (comedia, 1847), Camino de Portugal (1849, drama) y La limosna y el perdón (1850, comedia), escribiendo además en colaboración con Tomás Rodríguez Rubí No se venga quien bien ama (1847, comedia) y con Francisco Cea Bernardo de Saldaña (1848, drama histórico).
[2] Durante su cargo como director del Museo Arqueológico, organizó comisiones científicas para adquirir objetos con los que aumentar la colección.