Por escrúpulos morales de no aceptar honorarios, abandonó su profesión.
Fue profesor gratuitamente, del Instituto Nacional, en las cátedras de Filosofía, Literatura y Geografía.
Más adelante, se cobijó en el misticismo; y la fortuna que había logrado, la repartió entre los pobres; ingresó más tarde al Recoleta Franciscana, donde pidió contarse entre los hijos de San Francisco de Asis.
Pidió realizar los oficios más modestos dentro del convento y a la vez enseñaba teología a los novicios.
Por privilegio profesó en artículo mortis en la Recoleta Franciscana[1] y a esta comunidad heredó su biblioteca de 268 volúmenes[2]