[1] Víctor Silvero nació en la ciudad de Corrientes pero pasó su adolescencia y juventud en Asunción del Paraguay, tras lo que regresó a su provincia natal.
El resultado del escrutinio favoreció a Teodoro Gauna (107 votos), Sinforoso Cáceres (106)) y Víctor Silvero (102), seguidos por Wenceslao Díaz Colodrero (8), Cayetano Virasoro (6), Antonio Díaz de Vivar (4), Pedro Maraso (1), Juan Manuel Villar (1) y Ramón Contreras (1).
Teodoro Gauna, Sinforoso Cáceres y Víctor Silvero consituirían un gobierno teóricamente autónomo pero supervisado por tres comisionados paraguayos, uno de ellos Bergés.
[3] Allí Víctor Silvero continuó sirviendo como periodista y con motivo de las celebraciones tras la batalla de Boquerón, escribió e hizo imprimir y distribuir unos versos entre los que afirma:[1] "Salve, nación Paraguaya!
Ya la espada del gran López Marcando grandes victorias Te colma de heroicidades, Laureles, palmas y glorias.
[19] Sin embargo Víctor Silvero mantuvo una relación cercana con López hasta Cerro Corá.
Según declararía Silvero, Avellaneda le confió que se presentaría en poco tiempo al Congreso un proyecto de ley de aministía y ante la solicitud de regresar a Corrientes para reencontrarse con su familia y retomar sus negocios, el ministro le recomendó que esperase ya que por aquellos días había estallado una revolución en la provincia y su presencia no era recomendable.
[3] La competencia judicial para entender los delitos por traición a la patria por hechos ocurridos durante la guerra contra el Paraguay había sido resuelta por la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina a favor del Juez Federal de Corrientes y para entonces todos los expedientes habían concluido con sentencia firme y absolutoria.
Sin la Junta Gubernativa,- el gobierno puramente militar- las armas, la ley marcial.
[3][20] Al explicar su presencia en el escenario de la batalla del Riachuelo califica tanto a las fuerzas brasileñas como paraguayas de invasores: «En este combate formidable, sublime, yo no vi más que dos banderas, la brasilera y la paraguaya.
Esto es según mi opinión; más según la de “El Semanario” del señor Procurador especial acusador Dr. Sánchez, ese acto del invasor paraguayo, fue un hecho posterior a la declaración de guerra del Congreso paraguayo al Gobierno argentino; y esos tiros de cañón fueron únicamente con el objeto de contener algunos, (para mi denodados) argentinos que con sus fusiles hacían fuego contra los buques, (para mi asaltantes).
[3][21] Más allá de la defensa de Silvero, permanentemente orientada a deslindar responsabilidades, el antecedente de los juicios ya cerrados, la declinación del mitrismo y sus aliados provinciales, la extensión en la sociedad capitalina del sector paraguayista (quienes ya fuera por sus vínculos familiares, económicos, culturales, sociales y comerciales con Paraguay, por desafiar la hegemonía liberal o por desconfianza del Brasil, optaron en mayor o menor grado por colaborar con el invasor) hizo que «en ningún caso se pudo o tal vez no se quiso demostrar la colaboración con las tropas paraguayas».
[3] Finalmente, en 1878 Silvero fue absuelto considerándose que no podía comprobarse definitivamente su colaboración voluntaria para con los ocupantes, por lo que su conducta fue considerada por los magistrados como dirigida y compulsiva por parte de la jefatura militar del gobierno paraguayo.
Incluso cuando en 1929, años después de la muerte de Silvero, concluye el litigio judicial sobre la propiedad del campo San Mateo del departamento Santo Tomé, se hace referencia a «La hábil inmoralidad del demandado que hasta se titula víctima de la invasión paraguaya a Corrientes, cuando solo desempeñó el misérrimo papel de traidor asociándose al invasor.»[3][22] Víctor Silvero falleció en 1902.
Escribió en dos volúmenes sus memorias sobre la guerra pero no fueron publicados y se perdieron tras su muerte.