Ella ve a estos intelectuales como un componente esencial del crecimiento del autoritarismo, ya que los autoritarios, en su opinión, requieren no solo el apoyo de las masas sino también «la colaboración de las elites».
[4] Según Appelbaum, estas personalidades «han llegado a traicionar la tarea central de un intelectual, es decir, buscar la verdad».
[5] Contrariamente a las explicaciones contemporáneas sobre el apoyo al autoritarismo, que algunos creen se explica por las angustias económicas, el miedo al terrorismo o las presiones que puede causar en una sociedad la inmigración,[1] la autora señala que estos intelectuales cuentan con un alto nivel educativo, han viajado por el mundo y son personas muy solventes, sin problemas económicos, por lo que no cumplen ningunas de las premisas justificatorias.
[2] Paradójicamente, estos intelectuales les dan su apoyo a los autoritarios para que estos avancen en sus carreras, les dan el espaldarazo por pura venganza, en respuesta a desaires de otras élites, y lo que es aún más grave, contribuyen a crear una sensación de «desesperación cultural», alimentando la idea de que las élites existentes supuestamente han convertido a los países en «lugares sombríos y pesadillescos».
Applebaum también analiza cómo la gente común y corriente llega a apoyar el autoritarismo.