A su vez, y por razones que en aquel tiempo se desconocían, los tulipanes cultivados en los Países Bajos sufrían variaciones en su apariencia, naciendo así los tulipanes multicolores, irrepetibles, lo que aumentaba su exotismo y por tanto su precio.
Aunque han sido halladas evidencias del uso ornamental en el al-Ándalus del siglo XI que indican una introducción en Europa más remota en el tiempo, la versión tradicional atribuye su difusión al embajador austríaco en Turquía, Ogier Ghislain de Busbecq, en el siglo XVI.
El suelo arenoso neerlandés, ganado al mar, resultó ser el idóneo para el cultivo de la planta, y el tulipán se extendió por todo el territorio.
Para mucha gente los tulipanes pueden parecer inútiles, sin olor ni aplicación medicinal, floreciendo solo una o dos semanas al año.
Pero los jardineros neerlandeses apreciaban los tulipanes por su belleza, y muchos pintores lo preferían como motivo para sus cuadros.
En 1636 se declaró una epidemia de peste bubónica que diezmó a la población neerlandesa.
Todas las clases sociales, desde la alta burguesía hasta los artesanos, se vieron implicados en el fenómeno, donde los tulipanes rojos eran más valiosos que los amarillos.
Al día siguiente se puso a la venta un lote de medio kilogramo por 1250 florines sin encontrarse comprador.
Se habían contraído enormes deudas para comprar flores que ahora no valían nada.
La escritora Anne Goldgar en su libro "Tulipmania" y las investigaciones más recientes de los periodistas Lizzy McNeill y Sachin Croker sugieren la conclusión que en realidad "hemos malinterpretado el comercio de los tulipanes".