[1] Los castillos entregados por Alfonso IX a su esposa se encontraban dispersos en territorio leonés, gallego y asturiano, contándose entre estos últimos los de San Pelagio de Barro, Aguiar da Moa, Alba de Búval, Canderrei y Aguiar de Pedraio.
No obstante, se estipuló que en el caso de que Alfonso IX se separase de su esposa, las fortalezas entregadas por el soberano leonés y que constituían la dote quedarían bajo control castellano.
Inocencio III manifestó que las fortalezas en disputa pertenecían a Alfonso IX, y amenazó con la excomunión a Berenguela de Castilla y a su padre Alfonso VIII si se negaban a devolver las fortalezas al rey leonés, sugiriendo además el Pontífice que en caso de no alcanzar un acuerdo entre ambas partes el pleito fuese remitido a la Santa Sede.
De este modo, Alfonso VIII cumplía lo dispuesto en su testamento, otorgado el 8 de diciembre de 1204, en el que disponía que dichas fortalezas deberían ser entregadas a su muerte a su nieto Fernando, a no ser que sus testamentarios dispusiesen que dichas fortalezas fueran entregadas a Alfonso IX de León.
[6] El documento que recogió las cláusulas del tratado fue redactado en romance castellano, y aunque contenía algunos leonesismos, fue, según algunos expertos, el primer documento oficial de extensión considerable en ser redactado en lengua romance.