Señala el gastrónomo británico Felipe Fernández-Armesto que «las cocinas nacionales nunca son nacionales en su origen», y que «empiezan como hábitos culinarios regionales con ingredientes limitados por el entorno natural».No solamente los platos se pueden convertir en «nacionales» (véase plato nacional), sino que incluso los alimentos o las formas de prepararlos se pueden convertir en señas de identidad colectivas.Si esa receta gusta a la gente, se vuelve digna de ser imitada.Por ello, la tradición culinaria está conformada por una vasta variedad de recetas clásicas, las cuales, necesariamente, están ligadas a una tierra de origen, unos productos específicos y unos hábitos locales y concretos.Finalmente, la población, por lo general sin muchos conocimientos culinarios, cree que esa comida que le venden es la suya propia, dándose una forma de aculturación gastronómica[9] y simplificando la diversidad de productos, técnicas, recetas y demás aspectos culinarios del lugar.