Lo dirigían Saturnino Martínez, tabaquero asturiano aficionado a la poesía, y el literato cubano Manuel Sellén.
Con frecuencia insertaba artículos que inquietaban a las autoridades colonialistas españolas y a los patronos más retrógrados, porque denunciaban las condiciones infrahumanas en determinados puestos de trabajo, los bajos salarios, la insalubridad y el hacinamiento en los talleres.
Años más tarde existieron Juventud Obrera (1929), que alcanzó un lustro de vida; así como El trabajador y Bandera Roja, ambos pertenecientes al Partido Comunista.
Un lugar prominente ocupó también Vanguardia Obrera, publicación clandestina del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7) en la cual se denunciaban las injustas condiciones de vida y trabajo del proletariado durante el sangriento régimen batistiano.
Desde ese momento, Los Trabajadores –su nombre inicial- supliría el vacío ocasionado por la desaparición de Vanguardia Obrera y la Revista CTC, publicaciones de la CTC y los sindicatos que durante muchos años informaron y orientaron a los trabajadores sobre cuestiones esenciales del acontecer sindical.
En ellas, durante muchos años, los trabajadores encontraron orientaciones sobre la legislación laboral del país, y ayuda en el rumbo que debían tomar para solucionar dificultades y preocupaciones relacionadas con el mundo laboral, así como respuesta a sus inquietudes.
Entre octubre y noviembre de 1977, Trabajadores se instaló en la edificación que había sido desactivada tras el incendio del periódico El Mundo, en Virtudes y Águila.
Al adentrarse en el análisis de las ediciones correspondientes a 1979, los estudiantes del ISDI concluyeron que se mantuvieron “las mismas características del año anterior, salvo su cabezal, que nuevamente sufre modificaciones en abril de este año (…)” “Se retomaron los filetes y corondeles.
Se combinan en el cuerpo de texto, tipografías serif y sans serif; y en los titulares del interior se comienzan a utilizar tipos displays.
Asimismo, en la primera plana se utilizaba únicamente tipografía sans serif, no así en las restantes.
Hasta entonces seguía asimilando lo publicado en el impreso, y era actualizada en horario nocturno por un especialista en computación.
Después se incorporó una correctora contratada y, pasado un tiempo, se pasó a trabajar de lunes a domingos, para lo cual se adoptó la estructura siguiente: Un jefe de edición, tres operadores, dos de ellos dedicados a la actualización durante la mañana, en días alternos, y la tercera de martes a viernes, por las tardes; dos editores que trabajaban en días alternos y dos correctores con igual régimen laboral.
Para entonces la edición digital contaba ya con una versión en inglés y una traductora contratada para traducir textos propios, fundamentalmente los publicados en el impreso.
Lo anteriormente expuesto no quiere decir que esos compañeros hayan dejado de realizar tareas útiles, ya que adquirieron conocimientos útiles a sus labores de edición, así como para introducir galerías y videos, entre otros productos, así como trabajar fundamentalmente las coberturas de temas importantes.
Todos ellos se han incorporado a cursos de superación con vistas a estar en mejores condiciones de realizar las funciones que, concebidas para la actual edición, no han podido ejecutarse.