Finalmente escogió el veneno de la cobra egipcia (Naja haje) porque provoca una muerte rápida, sin apenas dolor y sin necrosis ni hemorragias.Plinio el Viejo (24 – 79 d. C.) en su obra Naturalis Historia hace varias menciones a venenos.Durante el Imperio Maurya (fechas probables 320 a. C. – 185 a. C.) fueron famosas por ser utilizadas para acabar con los rivales.[2] En la Edad de Oro del islam Ali ibn Rabban at-Tabari (838-870 d. C.) en su obra Firdwys at-Hikmahk recopila los venenos conocidos, los clasifica por su procedencia y describe sus posibles antídotos.Avicena (980-1037 d. C.) escribió Al-qanun fi al-tibb, una parte del cual trata las intoxicaciones y los venenos.En las culturas precolombinas hay referencias a animales venenosos, especialmente escorpiones por su abundancia, pero también conocían el efecto tóxico de algunas arañas.[2] La toxicología moderna como se entiende actualmente fue desarrollada por Mateo Orfila (1787-1853), quien le otorga la categoría de verdadera disciplina científica.El primer tratamiento eficaz contra los envenenamientos por serpientes se obtuvo en la segunda mitad del siglo XIX gracias al desarrollo de la sueroterapia por Albert Calmette (1863-1933).[3] Estos venenos, a lo largo de la evolución, se han especializado tanto en dianas moleculares como en potencia tóxica.Actúan a distintos niveles como son el sistema muscular, cardiovascular, central y periférico.[3] La industria farmacéutica ha conseguido sintetizar fármacos a partir de venenos como, por ejemplo: Los animales también han adaptado sistemas para almacenar e inocular venenos como por ejemplo, serpientes, escorpiones, arañas, lagartos, abejas, pulpos, peces y caracolas.[3] Otro reto es, apoyándose en la biotecnología, obtener una proteína normal que posteriormente se convierta en un tóxico para poder diseñar antagonistas específicos.[4] También se han obtenido moléculas con actividad microbiana como el péptido hadrurin de Hadrurus aztecas que, in vitro, inhibe Salmonella typhi, Klebsiella neumoniae, Enterococus cloacae, Pseudomonas aeruginosa, E. coli, Serratia marcences, en humanos tiene un efecto citolitico sobre los eritrocitos.[5] La gran mayoría de los venenos son proteínas y sustancias peptídicas y no peptídicas que tienen como dianas enzimas, canales iónicos y membranas celulares pudiendo provocar: Los venenos pueden tener uno o varios mecanismos de acción al mismo tiempo, bien porque poseen enzimas con distinta actividad o porque una sola enzima actúa de distinta manera según el sustrato.Un ejemplo, es la Víbora aspis cuyo veneno posee procoagulantes, fibrinolíticos e inhibidores de la agregación plaquetaria.También la pueden producir venenos miotóxicos y hemotóxicos siendo los niños los más susceptibles, aunque normalmente cuando se elimina el tóxico desaparece.[2] Tanto miotoxinas como cardiotoxinas pueden despolarizar la fibra muscular esquelética, cardiaca y lisa provocando parálisis flácida.