Según la tradición, estas criaturas aparecían en forma de perros grandes y de pelo espeso.
[1] El término, que también aparece con las variantes tabicena, tebicena o tibisena, es de procedencia aborigen, habiendo sido recogido en textos posteriores a la conquista europea de las islas.
[2] Para el filólogo e historiador Ignacio Reyes, el término procedería de una forma primaria ti-bizzăn-ah, pudiendo ser traducido como 'malvado, peligroso'.
[2] Uno de los primeros autores que menciona a estos seres es Juan de Abréu Galindo, quien dice que a los antiguos canarios el demonio «se les aparecía muchas veces de noche, y de día como grandes perros lanudos; y en otras figuras a los cuales llamaban tibisenas».
[4] La creencia en entidades negativas que se manifestaban en forma de perro se extendía también entre los aborígenes de las islas de La Palma, La Gomera y Tenerife, aunque como entidades singularizadas bajo las denominaciones Yruene, Hirguan y Jucancha respectivamente.